Abrazo

Tal vez algunos de tus movimientos
te pertenecen —tu pequeña
carrerita y salto al cruzar la calle.
Tu hábito de abrazar a la gente muy alto
o demasiado bajo, cogiendo un seno
o un glúteo por equivocación.
Tu manera de restregar —
recién te diste cuenta— tu zapato
izquierdo en la pata de la mesa
mientras comes. Pero el resto
todos pasan por ti,
por nosotros —gestos que esperan
que los acojamos, como peldaños
desgastados o el hueco
de una silla blanda. Cuando vamos
al encuentro mutuo, preparándonos para bailar
o decir adiós, hay un pequeño salto
de esperanza. Entonces nuestros cuerpos
comienzan a escuchar, a ofrecer el uno al otro
una suerte de disculpa por sentir,
por creer
la mortalidad del otro
por hacer un breve refugio de ella.

                                       Angela Ball

1 comentario:

Cairo dijo...

Lo que eres
me distrae de lo que dices

Lanzas palabras veloces, empavesadas de risas,
invitándome
a ir donde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
P.S.