La vida de los Otros
Un oficial de la STASI,(Ministerio del Interior en la extinta RDA) debe vigilar a un dramaturgo y a su pareja,una hermosa actriz,sospechosos de apoyar las actividades de un grupo de intelectuales subversivo al regimen del partido de Honecker.
En cuanto me entero de ésto, la película me mete directamente en la espiral de la
opresión.
La
opresión en un país sometido al espionaje social, donde, en 1984, uno de cada cincuenta alemanes colaboraba con la STASI,redactando informes sobre la vida de familiares, vecinos o compañeros de trabajo.
La
opresión que ejerce el amor y la belleza de una sonata sobre el corazón funcionario del espía que reprime en silencio la emoción y el calor de su sexo.
La
opresión del desengaño que sufre el hombre que creyó en la causa y que descubre entre la fanfarria estadística de la propaganda estatal sobre los logros sociales que los suicidios dejaron de contabilizarse hace años.
Es la
opresión de la generosa naturaleza sobre la mujer que comprueba cómo su belleza se ha convertido en un regalo que el hombre gordo con coche oficial dejó intencionadamente con la etiqueta puesta, sólo para recordarle que su valor está determinado por la cantidad de excedente que registra el sucio inventario de sus deseos de obeso mórbido.
La vida de los otros es una historia en el ala este de la desesperación.
El amor totalitario de los tiempos del muro es una LADA de segunda mano.
Es un plan quinquenal en la vida del suicida.
Es el osito Mischa regentando un puticlub cerca de los Astilleros Lenin, en Gdańsk, y es Nadia Comaneci discutiendo al jurado su 10 absoluto en paralelas.
3 comentarios:
"sabes en qué se parece Honecker a un teléfono? en que a los dos hay que colgarlos!!"
Nueva causalidad, ayer vi esta peli, que me dijo muchas cosas...
"si me quedo escuchando la hermosa música, nunca terminaré la revolución"
Salud, camarada!
Me parece una peli interesante... Lo es, también desde el punto psicológico, mostrando las finezas (finesses) de las emociones de las personas?
Ayer vimos cómo el lugar más sensible y preciado al que pretende llegar el poder, y casi nunca puede, es el espacio de lo íntimo, de lo que no se puede ver ni decir.
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