En ausencia de Verano
En la Unidad de Agudos del Departamento de psiquiatría Popular , la mujer que hasta hace unas horas creía ser , está sentada en una silla de ruedas esperando el diagnóstico de su tristeza.
En el despacho conmovido, el psiquiatra, un hombre de bolsillo cargado de bolígrafos y post its, desmenuza la verdad con la precisión con la que cortaría el filete a un bebé. Las palabras se hacen tan pequeñas que hace dificil reconocer el alcance real de su significado.
Ahora sabemos que la melancolía paranoide que padece justifica sus actos.
Al principio algunas de las cosas que hacía nos provocaban risa.
Robar los helados a los niños en el parque, bostezar precipitadamente en las reuniones , o confesar a las peluqueras las extrañas formas de masturbarción que solicitaba se convierten ahora en manifestaciones de una realidad profunda, inabarcable para nosotros, mortales de necesidad que somos respetuosos con los niños, los señoresimportantes y los clítoris.
La Señorita Darger que sigue sentada en su silla de ruedas llegó a nuestras vidas una tarde de lluvia pegajosa ,un domingo austral, cuando los vecinos de la comunidad manejaban el calor sofocante regando el cèsped y sus mujeres buscaban la verdad, a escondidas, en su colchón con los dedos empapados.
Y antes mucho antes de que optase por el amoniaco como la solución a sus problemas de consciencia, la señortita Darger nos abrumaba con sus visitas siempre acompañada de su cestita repleta de galletas napolitanas, envueltas en papelitos de colores donde había dibujado muñequitas de mejillas exageradas, ojos de escafandra y pestañas loreal.
Una mañana en la piscina comunitaria cuando el comité de actividades de apoyo a la moral y las buenas costumbres preparaba su asamblea anual , Vivian Darger apareció con lo que parecía un viejo cuaderno con los lomos raídos por el tiempo, que abrió para deleite de los niños.
Sentada en la silla del socorrista empezó a vociferar un relato que se apoyaba en los dibujos aparentemente inocentes que ilustraban las páginas de aquel archivo de locura, pretensión y soledad.
Aquel verano los niños y las niñas dejaron de jugar.
Nuestra comunidad hasta entonces verbenera, bulliciosa, se convirtió en la sala de lectura de la mujer que decía que era.
Y sólo en una ocasión, la hija de Ana, Anita, se atrevió a romper el silencio de la mañana preguntando a Vivian por su familia.
Entonces… no tienes mamá?-
-No-
Y papá? Tienes Papá Vivian?-
-Si, de hecho él escribió esto para vosotros.
-Y cómo se llama Vivian, cómo se llama el escritor?
Se llama Henry, Anita.
.... Henry Darger.

5 comentarios:

Max dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Max dijo...

Y yo que pensaba, qué coincidencia, “voy a hacerle un comentario haciendo mención a Henry Darger” que es, junto con Martin Ramirez y Adolf Wölfli, uno de mis outsider artists favoritos. Recuerdo haber visto, hace mucho tiempo ya, precisamente en NY, pero antes de mudarme a este estado (del alma) y a este país, una muestra (¿acaso en el Folk Art Museum?) con obra suya. La piscina nunca volvió a ser la misma. Pero tampoco es que me gustase nadar en ella de cualquier modo. Y quedó muy bien con sus baldosas cubiertas de esos trazos de colores que otros llamaron garabatos porque no sabrían reconocer que esas eran mucho más que simples líneas, eran life-lines.
Kisses.

Anónimo dijo...

cuando la locura asoma, y la envidia del pene es trasladado a su dueño (el que le teme a la castración) es cuando la lucidez le tapa la boca a los visionarios.

Anónimo dijo...

Cada vez que entro aquí me siento cual personaje espacial de canción de David Bowie...Rediox!
No sé si es la falta o la excesiva gravedad o que me han sentado mal las vacaciones, jeje
Agur!

Anónimo dijo...

Pues no andaba yo muy desencaminado, porque leyendo sobre Darger, he visto que las Vivians son extraterrestres...
Quizás incluso el mayor Tom haya podido encontrarlas y hablar con ellas alguna vez..
Gracias por descubrirme mundos ficticios, extraños, en los que princesas luchan contra la esclavitud infantil.
Salud!