
Mi pequeño y yo paseamos por el barrio y retomamos nuestra conversación del camino de la mañana sobre los niños discapacitados.
Intento hacerle comprender que ellos van a otro ritmo pero que no son diferentes y que únicamente necesitan apoyo para ser más autónomos.
Me sorprende la facilidad con la que aprende los conceptos y lo solidario que se muestra ante los problemas de los demás.
Digo ésto porque desde hace algunas semanas venimos trabajando en un
proyecto de inserción que hemos diseñado para nuestros vecinos de enfrente.
Y hemos conseguido, tras invitarlos a merendar algunas tardes y a desayunar la mañana de Reyes, que no den voces en la calle a cualquier hora , mientras juegan, y, especialmente cuando hacemos los deberes o tocamos el violín.
También le hemos dicho que si se asustan cuando su padre grita (creo que es alcohólico) vengan a casa y se queden con nosostros.
Otras vecinas han optado por hacerles el vacío, ignorarlos porque creen que no tendrán futuro.Son las mismas que se conmueven cuando ven imágenes de los niños muriendo de hambre en Sudán o a las niñas víctimas de maltrato en los orfanatos de China. Las mismas que se lanzarían a adoptarlos (gastando una pequeña fortuna en ello)para satisfacer sus delirios de madres planetarias y su vocación de voluntarias de la cruz roja.
Me entristece profundamente comprobar cómo somos capaces de mirar con pena al tercer mundo y con asco a, esa especie de fosa séptica donde van a parar las miserias de los mercados libres y únicos, que es el cuarto mundo.
En mi colegio , allí donde cursé la educación primaria, éramos muchos los candidatos a formar parte de esta fosa.Algunos nos salvamos gracias a los libros y a la música.
Cuando la reconversión industrial mutiló el brazo obrero de este país y muchas familias vieron com su mundo cardinal se desmoronaba (la mía también) yo tenía a mi lado los mejores amigos y un entusiasmo por saber y por observar lo que pasaba en el mundo que destapó mi vocación de periodista.
A mediados de los ochenta mi padre se fue al paro, el de P. no pudo volver a trabajar y el pequeño negocio del padre de A. se fué al traste después de muchos años de sacrificio.
P.,A.y yo solíamos quedarnos las tardes enteras en una plaza cercana al colegio donde estudiamos.
En aquella época A. empezó a escribir magnificos relatos y poemas, y guiones y se convirtió en el cerebro de nuestro frustrado grupo de música .P. Hacía fotos con las que pretendía redecorar nuestro mundo, hacerlo más bonito, más naif y con glitter en las nubes.
En aquella plaza pasamos unos años.
Y a nuestra manera también estábamos enganchados.
Recuerdo que A. ,que es un nostálgico empedernido, siguió el rastro de otros compañeros del colegio durante algún tiempo.
Yo me encontré con una de ellas un día que daba una vuelta por el centro. Era prostituta y estaba engachada al chiné.Ella se dio cuenta de quién era yo. Yo ignoré su presencia para no hacerla pasar un apuro….un gesto ridículo que al menos evitó el careo con la que podía haber sido yo misma.
Reconocerse, en estos casos, es amargo , sí, aunque es mejor que obviar de dónde vienes e ignorar a los que te acompañaron alguna vez y luego eligieron el camino menos acertado.
....Pero la práctica más extendida en este primer mundo defectuoso no es otra que la de señalar a los triunfadores y descartar a los que vienen sin garantía de devolución.
2 comentarios:
En estos tiempos, ser un ganador es una derrota para nuestro corazón.
Salud y justicia!
Me pregunto si los niños discapacitados van a otro ritmo o son realmente distintos. Si la mejor estrategia educativa es borrar las diferencias entre ciegos y videntes, entre blancos y negros, entre hombres y mujeres, o aceptar la diversidad e intentar respetarla. Como de costumbre, claro, no sé la respuesta.
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