Detenidas en Abril
Abril aspira a ser estación.
Detenidas en su tiempo,
las mujeres esperamos otra primavera.
Ni una muerte más por violencia machista.

8 comentarios:

Miss.Burton dijo...

Y todavía tendríamos de dar gracias de no ser nosotras... que pudimos serlo.. quizás que todavía peligrosamente podemos... Hay que ponerle un candado a la boca, y alejarse del maltratador, yo aprendía a callar, y se acabaron las hostias y las amenazas, pero a veces, es dificil de cojones sellar los labios cuando al otro lado te hacen daño de mil maneras distintas y encima tienes que esconder la cabeza como una avestruz.
Lo siento, sí, demasiadas muertes... algo falla, en este sistema que se supone civilizado, sólo me queda tener la esperanza de que las mujeres sean valientes, de que no callen, de que denuncien, y de que algo cambie... Pero claro, fallan también los medios... es todo muy dificil.
Esperaremos otra estación, eh, Ana, y veremos si alguien toma conciencia de todo esto, aunque cada hogar, cada caso, es un mundo, y no soy especialmente optimista respecto a todo esto...
Una putada, y una verguenza, confíemos en el futuro, por prendernos de alguna esperanza, ya te digo...
Ah, tienes un email, en el correo este de violet, tu madrileña adoptada te lo manda y un besazo fuerte, y grande, sonoro.
Cuídate mucho, Ana, mucho.

Max dijo...

Spring is near, spring is near, spring is near. And hearts spring with spring.

Lindo post.
Besos.

Anónimo dijo...

No estás.
Dónde.
Ana.
Dónde y por qué.
¿Volverás?, di, Ana.
Volverás, ¿verdad?
Miénteme Ana,duele igual.

AnA dijo...

Señor viajero lunar me gustaría saber quién es usted y a dónde tengo que volver.

Angeles dijo...

Querida Ana, siempre he apostado por la rebelión en las pequeñas cosas, estoy convencida de que solo así, empezando por lo más pequeño, se puede conseguir que el mundo de la vuelta.
Te contare un par de esas pequeñas rebeliones, que aunque minúsculas y aparentemente insignificantes, creo que son la base de una forma “silenciosa” de crear actitudes.

Trabaje durante algunos años en una librería que hacia también trabajos de imprenta, tarjetas de visita, álbumes de fotos (bodas, bautizos, eventos varios).
Increíblemente, las empresas que hacían el trabajo de impresión, se guiaban por una norma absurda pero inamovible, y era, que a la hora de imprimir cualquier trabajo, situaban el nombre del varón siempre delante del de la mujer, (tarjetones de boda, tarjetas de visita etc.) según ellos, porque de lo contrario, visualmente no quedaría estético.
Conociendo este vicio de las empresas dedicadas a la impresión artística, cuando me marche a vivir con mi pareja, y se nos ocurrió la idea de hacer unas tarjetas de visita con nuestra nueva dirección, le pedí (a mi pareja) que me gustaría que en las tarjetas apareciese mi nombre primero, si a el no le importaba, le explique el porque de esa petición, y le pareció bien. Fue el, el encargado de pedirlas en la imprenta, y por supuesto, le advertí machaconamente que debía dejar bien claro como quería que fuesen, explicándole que si no era así, su nombre aparecería primero que el mío (el me insistió machaconamente, que eso era imposible, que nadie por su cuenta cambiaria los deseos del cliente). Bien, una semana después, fue a recoger las tarjetas, ¿adivinas lo que ocurrió? su nombre aparecía primero en las mismas, naturalmente no las acepto y encargamos otras, con el añadido de que fueran de color violeta, (esta vez cumplieron).

Cuando nació mi hija, (hace 19 años) llegue a un acuerdo con su padre; si la niña era de los dos, no estaba dispuesta a parir yo sola, ni a hacerlo en un sitio frió y deshumanizado, donde te tratan como a una enferma en lugar de cómo una mujer que sencillamente va a parir y que tiene unas necesidades especiales.
Ahora las cosas han cambiado bastante, pero aun así, al padre se le trata más como a una visita en ocasiones molesta y entorpecedora, que como a una parte indispensable y necesaria del alumbramiento.
Tuve a mi hija en mi casa, en mi cama, y con su padre ayudándome a mi a parir, y a mi hija a nacer (mi hijo, nació también en mi cama) y es una de las experiencias más increíbles, hermosas e inolvidables por las que he pasado.
La sociedad nos excluye tanto a mujeres como a varones de determinados procesos de la vida, porque alguien en algún momento decidió, que había cosas que no se podían compartir, y que ni hombres ni mujeres podían asumir ni por un momento el lugar del otro.
Y por ultimo decir, que ninguno de los absurdos con los que me he encontrado y me encuentro casi a diario me indigno tanto, como el momento de inscribir a mi hija en el registro civil. Casi todos los niños han sido registrados por sus padres, y el motivo no es otro que el tiempo que debe de pasar la parturienta en el hospital, las molestias posteriores, (cesáreas, puntos, y locuras varias derivadas del parto) lo que hace, que suela ser el padre el encargado de hacerlo, que me parece razonable, pero yo, que soy poco razonable a veces, decidí que iría yo misma a inscribir a mi hija. ¡Que ilusa era! Yo fui, pero me encontré con la increíble sorpresa de que en el impreso de inscripción no se requería la firma ni los datos de la madre por ningún lado, solamente los del padre. (solamente en caso de hijo de madre soltera, era esta la que rellenaba el impreso)
¡Pues yo puse los míos!, junto a los del padre, y con la letra del mismo tamaño, a pesar de que el funcionario insistiera repetidamente de que no era necesario. QUIEN ERA EL PARA DECRME LO QUE ERA NECESARIO O NO.

Hace nueve años que nació mi hijo, y afortunadamente los impresos del registro civil incluyen ya los datos de la madre; quizás seguramente, porque alguien se fijo en esa pequeña cosa y decidió que no era correcta.

Ojala las mujeres no tuviéramos que esperar a ninguna primavera, ojala el sentido común apareciera junto a cada estación, y ojala fuéramos siempre capaces de ponernos en el lugar del otro.

Besos de invierno.

kether dijo...

Si Ana, es muy triste, tremendamente triste ver, sentir todo lo que está pasando... Quiero creer que esta canción es un aliento de esperanza...Es una de mis preferidas, lo sabes y la volveremos a cantar a golpe de guitarra. Te espero en casa.
Besos wapa

Antígona dijo...

Bueno, querida Ana, creo que para que se acabe la violencia machista lo primero que debería acabar es el machismo. Y esto último, francamente, no me parece tan fácil. Son demasiados siglos de superioridad y dominio del hombre sobre la mujer como para que las actitudes a las que ha dado lugar, actitudes tanto de hombres como de mujeres que a su vez han ido apuntalando ese dominio, puedan desaparecer de un día para otro. Actitudes que se han fundido férreamente con el lenguaje, que atraviesan los comportamientos más triviales, que se manifiestan en cada resquicio de la vida cotidiana. Actitudes que incluso las mujeres seguimos fomentando de manera inconsciente, por más combativas que nos sintamos.

Aún hay mucho por hacer. La lucha apenas acaba de empezar. No quiero ser pesimista. Simplemente pienso que hay que seguir cobrando conciencia de cuál es el alcance del problema, para poder así abordarlo con mayor eficacia.

¡Un beso!

el nombre... dijo...

No, ni una muerte más por la violencia machista. Ni la de los varones, ni ésa que, tantas veces, las mujeres tenemos marcada en la piel, (y parece que en la espalda), y no vemos.
Me encantó tu blog!